Llega la primavera
- Supremo Consejo
- 20 mar 2019
- 4 Min. de lectura
Este artículo es la ampliación del publicado en nuestra web (leelo aquí).
La llegada de la primavera a las tierras de Iberia siempre supuso un momento de inflexión en nuestros antepasados, tanto es así que se atestigua arquelógicamente una devoción particular a las Diosas de la primavera. Sirva como ejemplo la orientación de la puerta principal del yacimiento de Puente Tablas, en Jaén, donde la sombra de la puerta en el equinoccio se proyectaba sobre la imagen de una Diosa. Y no es el único yacimiento donde se observan orientaciones equinocciales.
Sobre lo que significa astronómicamente el equinoccio se puede leer mucho, incluso sobre el significado espiritual, a grandes rasgos, pero vamos a profundizar un poco más en ese aspecto.
Siendo uno de los dos días del ciclo solar en los que día y noche duran lo mismo,el equinoccio de primavera es el que más afecta a nuestro entorno y a nuestro espíritu. Es, por mera definición, un día de equilibrio. Partiendo de esta base, debemos observar que es el momento en el que la Sagrada Naturaleza de Iberia explota en vida. Las Diosas de la Naturaleza nos traen la fertilidad a los campos, a los animales silvestres y a las bestias domesticadas. A nosotros mismos, nos embarga una sensación de renovación, de libertad y creatividad.
La oscuridad del invierno, con su frialdad, el estruendo del trueno, el flameante rayo que nos eriza la piel, las terribles lluvias que convierten las calles en torrentes capaces de arrancar una vida, las ventiscas y nevadas que nos impiden avanzar, el miedo a las fuerzas de la naturaleza no hacen si no prepararnos para llegada de la primavera. Debemos ser capaces de comprender que no existe una cosa sin la otra, que las estaciones forman parte de un Todo que equilibra el mundo y de que, cada una de sus partes en sí misma es un Todo independiente pero que forma parte inseparable del resto. Todo aquello que se nos antoja cruel e innecesario es solo la antesala de lo que consideramos bueno. Es el eterno devenir que los Dioses de Iberia disponen para nosotros. No se dan unos fenómenos sin los anteriores, ni estos sin aquellos, pues todo es una gigantesca rueda de molino que mueve nuesra maquinaria espiritual. De esta manera, nos cercioramos de que en nuestro interior repetimos el mismo ciclo que gobierna el Universo. La crueldad, la maldad o las malas experiencias que vivimos no son más que la antesala de lo bueno que está por venir, nos prepara para renovarnos, para reconstruirnos a nosotros mismos y pasar a un nuevo estadio espiritual, más consciente de las Magnas Deidades de Iberia.
Para que esto pueda ocurrir, es necesario entender que formamos parte de Iberia, que somos un engranaje más, esa parte que parece independiente pero que relmente funciona como el resto dentro de un orden establecido. Es el momento de facilitar en nosotros ese cambio. Para ello disponemos de muchas y diferentes herramientas. En los textos de El Camino de los Elementos encontrarás ejercicios de respiración y de meditación que te facilitarán poder dar ese paso adelante al que nos enfrentamos cada equinoccio. El ritual de esa noche también es bastante importante.
La primavera se nos presenta como la realidad palpable donde observamos la dualidad de la que se nutre el equilibrio de la vida. Luz-oscuridad, bien-mal, verdad-mentira, etc. Son siempre, como se suele decir, dos caras de la misma moneda. No se puede dar equilibrio en ningún sistema en el que exista más de una de las dos partes que de la otra. De la misma manera, nuestra espiritualidad no puede nutrirse solamente de lo que consideramos bueno y tendemos a atraer hacia nosotros, necesitamos de esa parte oscura, alimentarnos de las malas experiencias que la vida nos hace pasar y extraer de ellas lo necesario para poder renovarnos. Cualquier situación, por mala que sea, nos puede aportar algo, aunque solo sea que al terminar nos encontramos en una mejor situación espiritual para seguir avanzando, para renacer siguiendo el ejemplo de nuestras Diosas. Debemos entender que ningún problema nos abandona completamente, siempre genera en nosotros unas secuelas y unos mecanismos psicológicos de defensa ante futuras situaciones parecidas.
Como celebración, la llegada de la primavera no solo nos hace festejar lo más obvio, que son los cambios que se producen en la naturaleza, celebramos también la relación entre el macrocosmos y el microcosmos, celebramos que todo sigue fluyendo en un eterno arroyo que desemboca en el mar, que es el nacimiento del agua que lo alimenta. Lo sagrado está ahí, seamos capaces de sentirlo o no, forma parte de la realidad en la que nos desarrollamos como seres vivos y conscientes y aprender a ver la sacralidad de lo cotidiano y lo maravilloso de lo que los Dioses nos otorgan significa avanzar hacia ellos.
En el ritual equinoccial de primavera, aún siendo doméstico, la solemnidad es algo primordial. Recordad que para nosotros lo importante es honrar a nuestros Dioses, así que, aunque lo celebremos en compañía, es un momento de mucha introspección y debe primar lo que hacemos por encima de lo que ven los demás. Hasta haber alcanzado un mayor conocimiento de nuestros panteones, es recomendable que realiceis el ritual en honor a alguna deidad bien conocida, en este caso puede ser a la Magna Ataecina, Diosa del Inframundo y de la primavera. No pueden faltar en nuestros altares ofrendas florales o de brotes verdes, así como libaciones de agua de arroyo o manantial. A Ella, la que trae la primavera, la que porta la rama de ciprés, símbolo de la regeneración y de la unión entre lo terreno y lo celeste, a Ella Servatrix, la que guarda nuestra salud, le encenderemos flameantes llamas en nuestros altares.
Dediquemosle a nuestra Diosa las atenciones que le debemos.
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